En estos tiempos extraños causado por la pandemia vírica del SARS-Cov2, no exentos de incertidumbre, miedo y confusión, he oído de casi todo, desde voces bastante sensatas y atinadas, a las más abyectas tonterías. Pero nadie parece haberse preguntado ¿por qué hay virus? ¿Son armas biológicas escapadas de ocultos laboratorios militares? ¿Son un castigo divino? o ¿son simples detalles de mal gusto que nos endilga la naturaleza?
¿Por qué hay virus? Los virus existen en este planeta desde muchísimo antes que nuestra especie, para empezar. La evolución los ha mantenido, y eso que no son seres vivos en el sentido de que no son autónomos ni autopoyéticos. Pero como subproductos de la materia viva —trozos de programas genéticos—, parecen estar sujetos a las leyes de la selección natural y la evolución, desde los más recónditos inicios de la vida. Entonces ¿por qué siguen existiendo ¿Cuál es su función en el ecosistema para que la naturaleza no prescinda de ellos?
Pues parece ser que sí que tienen un papel que desempeñar que, por obvio, puede pasar desapercibido a la, digamos, “preocupación global”. La función de los virus es podar las poblaciones que se pasan de rosca. Actúan como una válvula de seguridad. Cuando una especie aumenta en número de modo desmesurado, más allá de la sostenibilidad, hay mecanismos de muchos tipos que se activan para llevarlos a niveles menos peligrosos para el conjunto. En ratas, por ejemplo, el hacinamiento hace que los machos aumenten la agresividad y castren a mordiscos a sus congéneres, con lo que la población decae. Hay otras soluciones, como el despeñarse en masa por un acantilado como hacen los lemmings, y también las hay menos cruentas (reabsorción fetal, etc.), pero con el mismo resultado. Bueno, pues los virus parecen ser uno más de estos mecanismos de control.
Así, pues, lo que pretende el presente coronavirus —y otros que vendrán—, es podar la población de seres humanos que superamos con creces la biomasa que nos correspondería como un simple mamífero, y que ya alcanzando niveles disparatados en términos biosféricos (siete mil ochocientos millones de individuos). Lo que ocurre, es que eso de que empiecen morirse personas a mansalva, con nuestros mayores a la cabeza, pues en ellos se ensaña el virus, no nos convence para nada, y no queda otra salida que recurrir a la misma tecnología que nos ha permitido superar nuestras limitaciones biosféricas, para ahora intentar frenar los embates de virus, defendiéndonos con las vacunas. O nos vacunamos, incluso sin las garantías idóneas, o nos podan. La civilización y la naturaleza están en lucha
Potencial biótico vs. resistencia ambiental.
Didáctico, como siempre!
Mejor vacunado, que podao.
Saludos.