─ I ─
¿Puede un hombre reconstruirse, reinventarse?
¿Es posible quebrar la línea de la vida sin retroceder a la niñez, a la juventud y tomar el otro sendero que no fue?
¿Puede la voluntad deshacer avatares del pasado que en su férrea proyección inercial podan una y otra vez los brotes que se salen de la vía?
¿Puede el hombre echarse fuera del raíl impuesto o no, pero implacable en su sencillez paralela conjurada por Matrix?
¿Es posible la libertad máxima del cambio llevando incrustada en la espalda la mochila de la historia propia?
¿Puede el hombre desbaratar su conocimiento, desandar su experiencia para aspirar a ese valle de la inopia, página en blanco, tocado de la felicidad o algo que mucho se le parece?
¿Cabe la rebeldía frente al arquero del tiempo, que perseverante solo mira hacia un lado desde el big-bang?
¿Es posible el cambio sin amputación; otro camino sin desnudarse, la nueva luz sin tener que cerrar los ojos?
¿Puede surgir ternura e ilusión en un alma desgastada y yerma, arrasada por los vientos del engaño, de la vileza, del fracaso, de la envidia, de los reproches permitidos, de la melancolía y el desamor?
¿Está en las manos del hombre, en su razón, en sus redaños el superar tremendo reto?
─ I I ─
¿O será necesario que las furias externas le arranquen de su carcomido pedestal, lo arrojen ladera abajo y quede abandonado robinsón en una insula incognita, enfrentado a la adversidad y la supervivencia?
Reconstruirse o perecer, ¿es ese el sino del instinto?
¿Será necesario perder a un ser próximo, muy próximo, dolorosamente próximo en el absurdo sinsentido del accidente fatal; ver la muerte cara a cara y desnuda en los cuerpos tirados en la calle medio devorados por los perros y ratas escurridos de la guerra; o ver la muerte de frenteen el espejo, en las luminarias mentirosas del quirófano, antesala de la oscuridad?
¿Necesita el hombre el empujón de la negrura, esa nube de pesadumbre que se posa sobre nuestro yo y que, de pronto, revienta en la más devastadora tempestad de dudas, de temores, de miedos hasta llevarnos al filo de la cordura?
¿Es el cambio solo posible cuando sucumbimos al atávico miedo de no ser?
─ III ─
Yo afirmo que no.
Yo me repito que no.
Yo creo que no.
Yo quiero que no.
Basta con cambiar la mirada,
olvidar al tiempo traicionero
que siempre dispara desde atrás.
Abrir los ojos,
erguir el alma,
empuñar el espíritu y retar la vida a duelo.
Conjurar un arrebato de perenne generosidad,
urbi et orbe, consigo mismo.
Desparramar humanina
hasta la adicción más absoluta,
yonqui de los prójimos,
deudor de caricias,
del tacto,
del pelo erizado,
del aliento contenido,
de los ojos rayados…
El cambio, el milagro está en la luz;
es decir,
en el hombre y el cosmos.
La Laguna, 13 de marzo de 2007
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